Pasas tanto tiempo sin enamorarte de una persona que
de repente te conectas profundamente con un par de zapatos y sientes amor a
primera vista, eso me pasó a mí, no sé si a ustedes les ha llegado a pasar.
Me parece que no hay amor más puro que el de una
mujer hacia su ropa, cartera o zapatos (Obvio, hasta que se hace mamá).
Cuidamos cada pieza del closet como si fuera parte de una de nuestras
extremidades, no tenemos problemas en compartir nuestras prendas con amigas,
pero eso sí: “Le llegas a hacer algo y te mato” -Mujer que no haya dicho eso al
prestar su vestido favorito, no es mujer-.
Es como si le prestaras a tu mejor amiga a tu novio
para ir al cine, pero se le llega a insinuar para quedarse con él y bueno… no
digo más, que comience la tercera guerra mundial.
Y para las no tan amantes de los accesorios
femeninos, no se crean, también puedo llegar a enamorarme de un café, de un
libro, una canción, un delicioso plato de pasta o simplemente de una conversación con amigo. Es cuando te
das cuenta de que las pequeñas cosas se aprecian de todo corazón.
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